Retamas sin carne y hueso con dedos finos plateados. Venid a mi encuentro, sigilosas, con cánticos armonizados. Os siento sonrientes y alegres centinelas de los caminos, nadie os toca vuestra piel y, sí, acariciamos el rostro. Los pies huelen a peonias, flor exótica de paraíso, son gotas de sangre caídas, perlas preciosas del cariño. Hacéis alianza nupcial, éxtasis de enamorados, llega el pájaro a despertar vuestro amor de apasionados. Sois seres encantadores, orgullo de las Subbéticas, ni siquiera roedores comen vuestro cuerpo inmaculado. ¡Oh retama y bella peonia! cautivo de mi mirada, llego cauteloso a sorprender el beso de amado con amada. Ensimismado quedé absorto como la abeja con su néctar, siento la mejor emoción, embriagado del dulce aroma. Ha sido, para mí, el recuerdo del amor hondo a la naturaleza, deseé marcharme, de aquí, | | y, no tuve pasos de vuelta. Escribiré con notas de luz mi estancia en la Subbética, proclamaré siempre la verdad de esta dulce experiencia. Así, amo la naturaleza que me habla de un amor pudoroso. Así, os siento solas, calladas en estas bonitas sierras. Al ser un creyente de Dios intuyo estas grandes bellezas, nada enturbia mi alma y, sí, proclamo sus esencias. De pequeño fui campesino fiel amante de la tierra, fueron mis padres los primeros en darme amor y fortaleza. Hoy, me siento centinela, guardián celoso de un tesoro, vigilo su pureza intacta de cualquier vil atropello. Así somos los autóctonos enamorados de la sierra. Así velamos día y noche esta escondida belleza. Gracias, Señor, por todo ello, fuente inagotable de vida eres, para mi, manantial creador de gracia divina. |